viernes, 22 de diciembre de 2017

Pidiendo posada (Lucas 2,1-14). Nochebuena.




Nos acercamos a la Nochebuena. En lo acontecido en esa noche santa se centra nuestra reflexión, que comenzamos recordando el nacimiento de Jesús, de acuerdo a la narración de San Lucas:
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, se le cumplieron los días del alumbramiento; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
“Mi Navidad está metida en el verano” es una bella canción que canta Mercedes Sosa. En nuestra Navidad de verano, celebrada en patios, balcones o veredas, con gente que entra y sale, luces y estruendo de fuegos artificiales, nos cuesta imaginar una Navidad en la nieve y el hielo, donde el calor del hogar reúne a familia y amigos en intimidad. Allí se hace mucho más dura la exclusión: “no había lugar para ellos”.

En Bélgica, en el año 1947, dos años después de la segunda guerra mundial, el Padre Werenfried Van Staaten, escribió un artículo titulado “No hay lugar en la posada”. El Padre Werenfried miraba la situación de aquella Europa de postguerra. Veía particularmente el sufrimiento de la Alemania derrotada después de la locura del Nazismo. 14 millones de alemanes llegaron desplazados, expulsados de países de Europa del Este donde habían vivido por varias generaciones… pero ahora se habían convertido en personas indeseables. Pocos estaban dispuestos a ayudar a gente que pertenecía a aquella nación que había causado tanta muerte y destrucción.

Convencido de que “El hombre es mucho mejor de lo que pensamos”, el Padre Werenfried logró tocar el corazón de los vencedores belgas para que donaran una pequeña parte del tocino que les tocaba en su cartilla de racionamiento, para dárselo a los refugiados alemanes. A pesar de la escasez, la gente fue generosa y el sacerdote reunió varios camiones de alimentos para llevar a los refugiados. Así, sin proponérselo, nació una institución que tiene hoy el carácter de fundación pontificia y se llama “Ayuda a la Iglesia Necesitada”, también conocida como Kirche in Not.

Hace poco, en Roma, un miembro de Kirche in Not presentó la institución a los Obispos uruguayos. Recordando sus orígenes, citó el artículo del P. Werenfried; pero, en lugar de decir “no hay lugar en la posada”, dijo “no hay lugar en el establo”. Yo quedé pensando “se debe haber confundido”. Buscando después el artículo famoso vi que, efectivamente, el título era “no hay lugar en la posada”. Sin embargo, me pregunté si en este mundo de hoy, donde tantas personas no encuentran lugar ninguno, el P. Werenfried no habría titulado “no hay lugar en el establo”... ni siquiera allí.

En su mensaje para la jornada de la paz 2018, el Papa Francisco presenta la situación de los “migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”. Hay 250 millones de migrantes en el mundo. Muchos de ellos indocumentados, en situaciones precarias. Pero dentro de esos 250 millones, 22 millones y medio son refugiados. Y agrega el Papa: “son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz. Para encontrarlo, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino”.
"En el nombre del cielo, yo os pido posada,
pues no puede andar, mi esposa amada."
En México y Centroamérica existe una bonita costumbre navideña: las posadas. En los nueve días anteriores a la Navidad se recuerda el peregrinaje de María y José desde Nazaret hasta Belén, buscando un lugar para alojarse y esperar el nacimiento de Jesús.

La gente va de casa en casa, llevando las imágenes de José y María, pidiendo lugar para ellos, para que Jesús pueda nacer allí. Esta fiesta popular parte, pues, de estas palabras que estamos meditando: “no había lugar en el albergue”.

No había lugar, significa que las puertas estuvieron cerradas para el Hijo de Dios en aquel pueblo. La cuna del niño será un pesebre, es decir, el cajón donde se coloca el forraje para que coman los animales, un comedero… El evangelio no dice si era una cueva o un establo… se deduce que era una cueva que servía como lugar para los animales. Por eso se colocan también en la escena un buey y un burrito, dos animales que son mencionados juntos varias veces por el profeta Isaías, pero sobre todo en el versículo que dice
“Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo.” (Isaías 1,3)
El profeta subraya que el buey y el burrito reconocen al Señor, mientras su pueblo -aquellos que le cierran la puerta- no lo han reconocido.

En Uruguay, desde la Iglesia Católica estamos promoviendo vivir una “Navidad con Jesús”: reconocer a Jesús, darle verdadero lugar en nuestra vida, poner nuestro corazón como pesebre para que pueda nacer allí.

El corazón que se abre de verdad a Jesús se abre también al hermano. Pero ¿qué podemos hacer? ¿Cómo se expresa esa apertura a Cristo presente en el hermano más necesitado? Francisco propone cuatro acciones: recibir, proteger, promover e integrar. Son acciones que propone con respecto a los emigrantes más desafortunados y a los refugiados… pero valen frente a cualquier grupo o persona en necesidad: recibir, proteger, promover, integrar. Así se hace lugar para que el Niño Dios pueda nacer.

Así se hace verdad lo que expresa la canción de las Posadas:
Entren Santos Peregrinos, reciban este rincón,
que aunque es pobre la morada, se la doy de corazón.
Que tengan todos una muy feliz y santa Navidad con Jesús.

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